Era la princesa de la oscuridad,
iluminaba a mí paso
sus sueños
era un amor, o un deseo del cielo
o de la noche que nos había envuelto entre cantos paganos,
era la muerte que olía a flores
entre su piel fría, pálida, el cabello largo y ondulado
a través de mis ojos oscuros, el rostro gris, los labios rojos
viviendo del vino, de las letras, de chocolate blanco, de café.
Era un poema, sin consumirse
noches sobre el cemento, entre la selva
tejiendo ausencias y concordancias
él caballerezco, yo una reina que ignora
compartiendo con seres de nombres prohibidos
tentando inocentes esperanzas
queriendo convertir lo puro, en grotezco
era yo, la dueña de la locura
él poseía, la sabiduría y dulzura.
Partí un día, cuando pude tener lo anhelado
partí porque la locura y yo eramos indistintas
lanzó hacía mí su última súplica
lo ví, cuando había muerto la mariposa de aquella fe
lo ví, cuando toda su fe había muerto
le supe, cuando su corazón era de mil pedazos
lloré, cuando ya estaba muerto.
el Martes, 2 de agosto de 2011 a la(s) 13:17.
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