viernes, junio 27, 2014

Bitchy face (Parte II)

En todo un mes nada me había hecho sentir tan tranquila, tan transparente. A pesar de que al verlo fácilmente uno podría decir: "está en su propio mundo, te está ignorando", nada, ni siquiera la gente tan extraña y feliz que nos rodeaba podía importunarme. Entonces nos convertimos en expedicionarios y partimos a un nuevo rumbo en la selva de cemento, allí donde las hormonas, el alcohol y las drogas hacían que los jóvenes se extasiaran en beats y electrones, en medio de una plaza y en los callejones, donde pusieras la vista estaban ellos, bandadas de pájaros que solo quieren volar con sus piernas y corazones rotos, remendados. Allí conocía yo algunas especies, de esas de varios colores, de las que migran: gaviotas blancas que les atrae todo acerca del mar y los tatuajes de marineros, loros que hablan sin cesar y repiten todo lo que oyen, guacamayas con plumas de colores que se asustan con un traspiés o con un grito de una de su misma parvada, cuervos en grupos como una sosegada oscuridad en medio de la fastidiosa luz, y a todos ellos saludé con sonrisas y abrazos con júbilo, mientras él tranquilamente saludaba a los canarios y los sinsontes que gustan de deleitar a los humanos en sus canciones, y luego simplemente miraba a la nada, perdido en esa dimensión desconocida/universo que es su cabeza.

De repente, tras apenas 15 min. de regocijo, un ave de esas migratorias emprendió el vuelo ofuscada, pues mis alas no estaban quietas y su cortejo no fue de mi interés. Algunos polluelos que nunca salen del nido, buscan que siempre haya una mamá gallina que al menor quejido les quite el hambre y el frío. Me sentí entonces fuera del nido, de cualquiera que se me ofreciera y le pedí volaramos tanto como nuestras alas lo permitieran, y volamos lejos de las desgracias y el ruido, hubo silencio y calma, con él sentí que no importaba a donde fuese si él estaba ahí.

(Continuará)

"If these wings could fly"
By: MassCotie


Aquí tiene su smokin señor.

Estabas fumando, porque siempre fumas después de pelear, después de escribir, después de... muchas cosas; fumabas más rápido que de costumbre y estabas muy ansioso, como queriendo decirme algo; como siempre, con esa duda morbosa que me carcome, yo pregunté la razón y hubo un largo silencio, me miraste y tenías la cara roja, pero no era enojo, era pena, te apenaba decirme lo que querías decirme o mejor dicho, querer lo que querías a pesar de nuestra pelea. Por un asomo de adivina o quizás simplemente por lo mucho que te conozco supe que ella había estado en casa, que habías follado con ella y que ya no había nada que hacer; a pesar de eso, no lo dijiste y yo tampoco; solo viste como las lágrimas caían por mi mejilla, no tanto por el hecho de lo que hiciste, sino porque sabía que tu descaro sobrepasaba los límites, que en ese instante, me deseabas a mí también o más que a ella. No hubo más que silencio de tu parte, como a quien se le roban las palabras de un mordisco, pedí un martini, te entregué el traje para el gran día, recibí un billete y me fuí.