viernes, junio 27, 2014

Aquí tiene su smokin señor.

Estabas fumando, porque siempre fumas después de pelear, después de escribir, después de... muchas cosas; fumabas más rápido que de costumbre y estabas muy ansioso, como queriendo decirme algo; como siempre, con esa duda morbosa que me carcome, yo pregunté la razón y hubo un largo silencio, me miraste y tenías la cara roja, pero no era enojo, era pena, te apenaba decirme lo que querías decirme o mejor dicho, querer lo que querías a pesar de nuestra pelea. Por un asomo de adivina o quizás simplemente por lo mucho que te conozco supe que ella había estado en casa, que habías follado con ella y que ya no había nada que hacer; a pesar de eso, no lo dijiste y yo tampoco; solo viste como las lágrimas caían por mi mejilla, no tanto por el hecho de lo que hiciste, sino porque sabía que tu descaro sobrepasaba los límites, que en ese instante, me deseabas a mí también o más que a ella. No hubo más que silencio de tu parte, como a quien se le roban las palabras de un mordisco, pedí un martini, te entregué el traje para el gran día, recibí un billete y me fuí.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Gracias por su lectura; calle ahora o hable para siempre.