En todo un mes nada me había hecho sentir tan tranquila, tan transparente. A pesar de que al verlo fácilmente uno podría decir: "está en su propio mundo, te está ignorando", nada, ni siquiera la gente tan extraña y feliz que nos rodeaba podía importunarme. Entonces nos convertimos en expedicionarios y partimos a un nuevo rumbo en la selva de cemento, allí donde las hormonas, el alcohol y las drogas hacían que los jóvenes se extasiaran en beats y electrones, en medio de una plaza y en los callejones, donde pusieras la vista estaban ellos, bandadas de pájaros que solo quieren volar con sus piernas y corazones rotos, remendados. Allí conocía yo algunas especies, de esas de varios colores, de las que migran: gaviotas blancas que les atrae todo acerca del mar y los tatuajes de marineros, loros que hablan sin cesar y repiten todo lo que oyen, guacamayas con plumas de colores que se asustan con un traspiés o con un grito de una de su misma parvada, cuervos en grupos como una sosegada oscuridad en medio de la fastidiosa luz, y a todos ellos saludé con sonrisas y abrazos con júbilo, mientras él tranquilamente saludaba a los canarios y los sinsontes que gustan de deleitar a los humanos en sus canciones, y luego simplemente miraba a la nada, perdido en esa dimensión desconocida/universo que es su cabeza.
De repente, tras apenas 15 min. de regocijo, un ave de esas migratorias emprendió el vuelo ofuscada, pues mis alas no estaban quietas y su cortejo no fue de mi interés. Algunos polluelos que nunca salen del nido, buscan que siempre haya una mamá gallina que al menor quejido les quite el hambre y el frío. Me sentí entonces fuera del nido, de cualquiera que se me ofreciera y le pedí volaramos tanto como nuestras alas lo permitieran, y volamos lejos de las desgracias y el ruido, hubo silencio y calma, con él sentí que no importaba a donde fuese si él estaba ahí.
"If these wings could fly"